Un estudio publicado en Microbiología Natural ha identificado 31 biomarcadores en la microbiota intestinal de niños que pueden ser útiles en el diagnóstico del trastorno del espectro autista (TEA).
Los investigadores sugieren que un subconjunto específico de estos biomarcadores puede guiar los estudios diagnósticos y mecanicistas en el futuro.
La microbiota intestinal incluye bacterias, virus, hongos y arqueas. El equipo de investigación, dirigido por Siew Ng de la Universidad China de Hong Kong, replicó sus hallazgos en tres cohortes y analizó muestras fecales de más de 1.600 niños con y sin TEA en China.
Aunque la relación entre el microbioma intestinal y el TEA se ha investigado previamente, la mayoría de los estudios se han centrado en los cambios en la composición bacteriana. No está claro si otros componentes del microbioma, como arqueas, hongos y virus, y su función genética, también están alterados.
El equipo realizó una secuenciación metagenómica de muestras fecales de 1.627 niños de entre 1 y 13 años, con y sin TEA, de cinco cohortes en China. Analizaron estas muestras junto con datos sobre dieta, medicamentos y comorbilidades.
Controlando estos factores, identificaron 14 arqueas, 51 bacterias, 7 hongos, 18 virus, 27 genes microbianos y 12 vías metabólicas alteradas en niños con TEA.
Utilizando tecnología de aprendizaje automático, Ng y su equipo desarrollaron un modelo basado en 31 microbios y características que mostraron una mayor precisión diagnóstica en la identificación de niños con TEA en comparación con paneles de un solo tipo de microbios.
Ruth Ann Luna, del Centro de Microbioma del Texas Children’s Hospital, enfatizó la importancia de este tipo de estudios integrales con cohortes diversas y controles apropiados para comprender mejor la conexión intestino-cerebro en el TEA. También enfatizó la importancia de incluir dietas, perfiles de síntomas gastrointestinales e historiales de medicación en estos estudios.
Mireia Vallès Colomer, de la Universidad Pompeu Fabra, señaló que se había debatido si los cambios en el microbioma observados en estudios anteriores se debían a la dieta y no al autismo en sí. Aunque se encontraron errores en estudios anteriores, se concluyó que la dieta explicaba parte de la variación, pero aún se encontraron diferencias después de controlar este factor.
Los autores del estudio sugieren que estos 31 biomarcadores tienen potencial de diagnóstico clínico debido a su reproducibilidad en múltiples cohortes. Actualmente, el diagnóstico de TEA se basa en patrones de comportamiento que se presentan a lo largo del tiempo. La identificación de biomarcadores tempranos puede permitir el inicio de terapias más tempranas. Si los cambios metabólicos afectan a los síntomas y pueden modularse mediante dietas o probióticos, se abrirán nuevas vías de tratamiento que mejoren ciertos aspectos del TEA, según Toni Gabaldón del Instituto de Investigación Biomédica y Centro de Supercomputación de Barcelona.